martes, 23 de abril de 2013

Jorge Teillier



Un poeta que no muere: Escuela Jorge Teillier 
Por José O. Paredes
                                                                                              A Cristina Wenke 

Hurgando hasta lo imposible, para encontrar rastros de su genio, me encontré con algo que de seguro al poeta no se le pasó por la mente cuando estaba vivo, ni menos estando muerto: que una escuela tuviese su nombre como emblema, por ende su poesía. “Only in America”, como dicen los estadounidenses – que se llaman a sí mismos ‘americanos’ –  cuando son testigos de algo extraordinario. Pero no, paradoja mediante, y debo escribir: “Sólo en Chile”. Y me sorprende y alegra, porque también pasa en Chile que una escuela lleve el nombre de un poeta; aunque no sé cuántos liceos, escuelas llevan el nombre de un poeta, o de un escritor; de un filósofo, o de un pintor; de un músico, de un cantautor, de un profesor. Este acto de reconocimiento deja en mí un sabor muy agradable y grato: nunca hay que perder la esperanza. No lo sé, en verdad. En Estados Unidos muchas escuelas honran a las profesiones antes mencionadas; incluso un equipo de Fútbol Americano honra la memoria de Edgar Allan Poe; es de The Ravens de Baltimore, que este año ganó el Super Ball. Seguro que Teillier habría mencionado en algún poema suyo este hecho y tal vez habría llamado al poema ‘Only in America’, en homenaje al equipo y a su admirado Poe. La verdad sea reiterada, no sé cuántas escuelas o liceos  llevan el nombre de un artista chileno en el país.
      Y la verdad sea dicha, reitero de nuevo, no lo sé. Pero lo que sí sé ahora es que al menos un liceo en Chile lleva su nombre: “Escuela Jorge Teillier”, en Lautaro. Como ven lectores míos, el poeta hizo escuela; no vean como una ironía mi decir. La verdad sea recordada, en los años oscuros fue maestro… – dejo de lado el eufemismo: en los años dictatoriales fue maestro cuando más lo necesitábamos. Hay muchos testigos de ello: Díaz Eterovic, dixit; Guillermo Riedeman; Francisco Véjar Paredes; Lorenzo Peirano; Álvaro Ruiz; y tantos otros que se le cruzaron en su camino a lo largo y ancho del país, a los que no les recuerdo sus nombres; entre ellos están los simples parroquianos de los barrios de Santiago, de La ligua, de Temuco, de Lautaro, o los viajeros de los trenes que lo llevaban al sur.
      Su poesía es un libro abierto, un río que durando se construye; su sapiencia, una veta por descubrir; es árbol de la vida: nutre el alma, lo incognoscible.
      Del poeta Jorge Teillier os hablaba. Él es como un milagro de la vida; en su caso, de la muerte. Se murió ya; fue por allá lejos, en 1996, que pasó a mejor estado después de habérselo vivido todo, pero en Chile. Un 22 de abril se nos fue del mundo, y sigue vivo. Por cierto no literalmente, aunque sí su ‘alma’, que no está dormida y nos dice todo por medio de su poesía, sus iluminaciones, su filosofía del vivir y sus pasos de flaneur. Ésta es tanto o más que este verso misterioso que nos heredó: la felicidad es un leve deslizarse de remos en el agua, verso que tanto emociona al lector, a las novias, tal vez a la mismísima ‘dama de negro’.
      En realidad su  poesía es como el pan, de todos’ (rescato a Roque Dalton). Y de hecho lo ha pasado a ser, y no sólo en su escuela que no sólo honra su nombre, también su poesía, su pensamiento, su ser un hombre Down to Earth: el poeta sigue haciendo escuela a lo largo y ancho del país, también en el Chile profundo, con su obra, que es de todos. Y nos pertenece tanto como los otros grandes maestros que ya se nos murieron.
      Qué manera de ser ‘Mío Cid’ nuestro poeta, quien paradoja mediante apenas dejó de respirar dejó de ser forastero – por fin le llegó el arraigo que buscó durante toda su vida: era su utopía – porque volvió a casa y está en perpetuo arraigo en los lectores – y apapachado por éstos de su poesía que la resucitan en cada hoja que dan vuelta de sus libros que leen emocionados, en el palpitar de las hojas de los árboles, en el espíritu de su ‘Árbol de la Memoria’. La verdad nos sea revelada: el ‘Árbol de la vida’ sigue echando raíces en el arte del poeta, del maestro, del pensador por medio de sus lectores y el Arte de su Palabra..
      ¡Qué manera de seguir viviendo de la mano de los niños!; vaya poema que le hacen éstos cada día en su Lautaro que tanto añoraba.
      Jorge Teillier es un poeta que no muere, la escuela de Lautaro lo certifica; es por ella que sigue vivo, y por los que lo leen, y por los que hacen música la melodía y la belleza de sus poemas que le han dado nuevo sentido a la vida, nuevos descubrimientos a la poesía chilena. Por su poesía, por el arte que hay en ella, es que después de desaparecer en cuerpo presente, sigue vivo en el imaginario colectivo. Porque hizo escuela es que sigue cada vez más vigente; y hace enseñanza en ‘su’ escuela de Lautaro, que lleva el nombre de su estudiante pródigo. Recordemos que en ella debe haber dado sus primeros pasos de poeta. Los ciudadanos de Lautaro han hecho un acto de justicia que el poeta sabrá agradecer, aunque no esté con nosotros en cuerpo presente: lo hace por medio de su obra. Lo que son las cosas del destino, se diría si lo llegase a saber. Con toda razón Jorge Teillier podrá decir ahora “La casa me espera”; dijo estas palabras cuando volvió por última vez a su Lautaro natal en la película “Jorge Teillier: Nostalgias del Farwest”[1].
      Una coda final, en este recordatorio de su fallecimiento. Su poesía sigue evolucionando, y eso a pesar de los que lo han dejado atrapado en la camisa de fuerza de lo lárico. Por los nuevos lectores es que hay una nueva lectura de su poesía, y una nueva manera de aprehenderla. Es hora que la crítica se ponga a la altura de éstos y escriba con seriedad sobre la obra poética de Jorge Teillier. Por suerte, el nuevo lector no está contaminado ni lleno de prejuicios, y deja que sus versos caminen felices a su lado como ‘el leve deslizarse de los remos’ en el río de su poesía.
      Para hacerle justicia, una más, querido lector, os regalo estas palabras del poeta que dijo cuando se dio cuenta del abuso de los críticos respecto a su poesía y reclamó sobre el hecho luctuoso porque no quería que lo ‘encasillaran’[2] como poeta lárico. Se lo deja saber al periodista Vicente Parrini en una entrevista, con estas palabras: 
Lo lárico es una vuelta, no a lo primitivo, sino a las fuentes naturales, a lo que te da la vida. En ese sentido yo me autocalifiqué como lárico, para mi desgracia, porque los críticos me encasillaron y no vieron en mí la evolución que pudiera haber tenido.
      Como último homenaje le puedo decir que se olvide de la espina que lo molestó por años, porque lo lárico de su poesía empezará a ser un tópico dejado de lado cuando se empiece a escribir seriamente sobre ella y se demuestre la evolución que hay en ella. Justicia mediante, para la suerte de sus lectores, ya está siendo estudiada desde ese paradigma, el de la evolución que hay en ella.
      Descansa en paz, recordado Poeta.

Silver Spring, abril 2013


[1] Colectivo del cabo Astica: Ricardo Carrasco, Gonzalo Duque, Sergio Navarro, Vicente Parrini y Felipe Tirado. Jorge Teillier: Nostalgias del Farwest. Documental fílmico, grabado en U-MATIC en Lautaro, La Ligua y el tren nocturno entre Santiago y Lautaro en 1987. Post producido en DVCAM. Santiago, 2007
[2] Esta entrevista, hasta el momento de su publicación estuvo inédita; fue publicada en el periódico The Clinic en Santiago, después de su muerte.

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